~El Origen De Kim The Slasher~
Kimberly o simplemente Kim, era una adolescente de 15 años con una vida aparentemente normal. Vivía en las afueras de la cuidad, en una casa modesta con sus padres, quienes la cuidaban con mucho amor. Siempre fue una chica reservada, aunque tenía algunos amigos en el colegio, prefería mantenerse en su propio mundo.
En una mañana, Kim caminaba sola hacia la escuela, con sus audífonos puestos y su mochila a la espalda. El cielo estaba nublado, y el aire cargado de una extraña tensión. Justo al doblar la esquina, un hombre apreció de la nada, deteniéndola en seco.
-Hola jovencita... ¿Vas al colegio? -le dijo el hombre.
-¿Perdón? -dijo Kim quitándose los audífonos.
-Me preguntaba si te gustaría participar en un pequeño experimento... algo único. Especial. Prometo que no duele... mucho -con una sonrisa maliciosa.
Kim lo miró con el ceño fruncido. Tenía el cabello desordenado, una bata manchada y sus ojos parecían vacíos. -No estoy interesada.
-¿Estás segura? No todos tienen la oportunidad de evolucionar.
-Aléjese de mí -dando un paso hacia atrás.
Sin decir nada más, la joven lo esquivó y siguió caminando con pasos rápidos. El hombre solo la miro irse... con una sonrisa torcida.
Al llegar al colegio, sus amigos la estaban esperando en la entrada: Lisa y Derek, los únicos con los que hablaba.
-¡Kim! ¿Te pasó algo? Tienes cara de que viste un fantasma -dijo Lisa.
-Estoy bien -mintió Kim, sin mirarlos a los ojos.
-¿Estás segura? -insistió Derek-. Pareces... pálida. Y estás temblando un poco.
Kim forzó una sonrisa.
-No es nada. Solo tuve una mala noche.
Pero por dentro, su corazón latía como un tambor. La imagen del hombre seguía grabada en su mente. Algo no estaba bien.
Esa noche, la casa estaba en silencio. Sus padres ya dormían. Kim se acostó, tratando de relajarse. Pero los pensamientos no la dejaban. A medianoche, escuchó un ruido... un golpe. Luego otro.
-¿Papá? ¿Mamá? -susurró, saliendo de la cama.
Bajó descalza las escaleras, frotándose los ojos. El aire olía raro...a metal.
Al llegar a la sala, se congeló. La escena frente a ella era una pesadilla:
Su madre estaba tirada en suelo, con los ojos abiertos y una herida profunda en el suelo. Su padre yacía junto al sofá, con el cráneo hundido. La sangre lo cubría todo.
-¡N-no... no, no, no! -gritó Kim, cayendo de rodillas-. ¡¿QUÉ ES ESTO?! ¡¿QUÉ LES HICIERON?!
Una voz se escuchó tras ella.
-Te dije que podrías haberlo evitado.
Era él. El hombre de esa mañana.
Kim intentó correr hacía la puerta, pero un bate de metal golpeó su cabeza con fuerza. Todo se volvió negro.
Despertó atada de pies y manos sobre una camilla metálica. El aire estaba helado, y la luz parpadeaba. Frente a ella, el mismo hombre sonreía con una jeringa en la mano.
-Te dormiste un rato... pero tranquila. No durará mucho. Esto solo arderá un poco.
-¿Q-qué me vas a hacer...? -murmuró Kim, apenas consciente.
-Voy a liberarte. El dolor purifica. El miedo reconstruye. Haré de ti algo... perfecto.
-¡Estás loco! -gritó ella.
-Lo estoy. Pero tu también lo estarás... después de esto.
Cuando se acercó, Kim hizo lo impensable: se inclinó hacia adelante y lo mordió con toda su fuerza en la mano. Él gritó.
-¡AHHHH! ¡MALDITA!
La jeringa cayó. Kim aprovecho el momento, se retorció con desesperación y logró soltarse de las correas de cuero. Cayó al suelo, se levantó tambaleando y corrió por los pasillos oscuros del lugar.
Las paredes estaban llenas de manchas, habían restos de otras víctimas, camillas oxidadas... y puertas cerradas.
-¡ATRÁPENLA! -gritó el científico.
Un sujeto encapuchado apareció desde una esquina y con un cuchillo le cortó la mejilla a Kim. La sangre empezó a correr por su rostro.
Kim gritó de dolor, pero algo dentro de ella cambió.
El miedo se transformó en furia. La desesperación se volvió en odio. Tomó un cuchillo oxidado que encontró sobre una bandeja... y se giró lentamente.
-¿Quieren jugar conmigo...? -dijo con voz grave, mientras sus ojos ardían de rabia-. Pues ahora les toca sangrar.
Uno por uno, comenzó a acabar con todos. Con cortes precisos, gritos, sangre en la paredes. Ya no era la chica asustada. Era otra cosa. Una bestia.
El hombre del experimento intentó escapar, pero Kim lo encontró. Lo miró con la cara cubierta de sangre, la mejilla abierta y una sonrisa torcida.
-Te lo dije...debiste haberme dejado en paz.
Y lo ultimo que él vio fue el brillo del cuchillo acercándose a su rostro.
Kim salió del edificio al amanecer, con la ropa rasgada, sangre en todo su cuerpo y la cicatriz de su mejilla como símbolo de lo que había pasado. Nadie la reconocería. Nadie sabría de ella. Había matado a todos los responsables. ¿Entonces por qué seguía sintiendo que algo ardía en su interior?
Kimberly... no. Ya no se sentía como Kimberly.
Llegó a una cabaña abandonada en medio del bosque. Ahí pasó la noche, temblando, abrazando un cuchillo manchado. En el silencio se preguntaba: -¿Qué me hicieron...? ¿Qué soy ahora?
Esa noche, frente a un espejo roto de la cabaña, se cortó una línea más profunda sobre la cicatriz, marcando su rostro para siempre. Sonrió... una sonrisa torcida y cruel.
-Si voy a estar muerta para todos... al menos que el mundo sepa que yo también sé matar.
Y así nació Kim The Slasher. Una chica rota, con el corazón envenenado por la pérdida, el dolor y la venganza, con una sola regla:
>"Nunca mas voy a confiar en nadie. Ahora... el mundo aprenderá lo que es sentir el miedo de verdad."